martes, 7 de mayo de 2019

Los motivos para alabar a Dios

Cada uno de nosotros hemos experimentado la manifestación de Dios en nuestra propia vida, por lo cual hay muchos motivos para ofrecerle alabanza a Dios. Sin embargo ya desde la época del Antiguo Testamento se nos mencionan algunos de los motivos que debemos tener presentes para alabar a Dios. Estos son algunos de ellos:
- Por su creación: "Tuyo es el cielo, tuya la tierra, fundaste el orbe y cuanto contiene; creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón te aclaman" (Salmo 89:12).
- Por sus obras maravillosas: "Te doy gracias por tantas maravillas; prodigio soy, prodigios tus obras" (Salmo 139:14).
- Por su carácter y atributos: "¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque es eterna su misericordia!" (Salmo 106:1).
- Porque es justo: "Me levanto a medianoche a darte gracias, por la justicia de tus normas" (Salmo
119:62).
- Por su santidad: "Uno a otro se gritaban: santo, santo, santo, Yahvé Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria" (Isaías 6:3).
- Por su obra redentora; "Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar; y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 5:13).
- Porque es misericordioso: "¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque es eterna su
misericordia!" (Salmo 106:1).
- Por su gracia: "para alabanza de la gloria de su gracia" (Efesios 1:6)
- Por su bondad: "Alabad a Yahvé porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable"
(Salmo 135:3).
¿Cuándo y cómo debemos alabar a Dios?
La alabanza a Dios no debe ser algo que hagamos solamente los domingos o festivos, debe ser nuestro estilo de vida porque un corazón agradecido a Dios rebosa de alabanza y bendición. Además nuestra actitud de alabanza redundará en edificación y animará a los demás, con lo cual estaremos cumpliendo uno de los propósitos por los cuales Dios nos dio la vida. Por ello la alabanza debe ser:
- En todo tiempo: "Me levanto a medianoche a darte gracias, por la justicia de tus normas" (Salmo
119:62).
- Con nuestras palabras: "Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré"
(Salmo 145:6).
- Con un corazón recto: "Te daré gracias con toda sinceridad cuando aprenda tus justas normas"
(Salmo 119:7).
- Con cantos: "Cantaré a Yahvé mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista" (Salmo 104:33).
- Con inteligencia: "¡Pueblos todos, tocad palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! Porque
Yahvé, el Altísimo, es terrible, el Gran Rey de toda la tierra" (Salmo 47:2-3).
- Con instrumentos: "¡Dad gracias a Yahvé con la cítara, tocad con el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo, acompañad la música con aclamaciones!" (Salmo 33:2-3).
- Con danzas: "Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con cuerdas y flautas" (Salmo 150:4).
- Con alegría, gozo y júbilo: "Venid, cantemos gozosos a Yahvé, aclamemos a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con salmos" (Salmo 95:1-2).
- Alzando las manos: "Así quiero bendecirte en mi vida, levantar mis manos en tu nombre" (Salmo
63:5).
- Batiendo las manos: "¡Pueblos todos, tocad palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría!"
(Salmo 45:2).
Pero el propio Pablo de Tarso nos dice que sin embargo, todo ello debe hacerse correctamente: "Pero hágase todo con decoro y orden" (1 Corintios 14:40).
Pero todo ello debemos hacerlo con el único fin de alabar al Señor y darle gloria, y no para exhibición personal nuestra ni de nuestra supuesta espiritualidad. La alabanza no sólo tiene que ver con el hecho de cantar, tocar instrumentos o realizar cualquier acción en sí misma, sino con la actitud, fervor y honestidad con que se haga y con santidad en el corazón, evitando esta advertencia bíblica: "Dice el Señor: este pueblo se me acerca de palabra, y me honra sólo con sus labios" (Isaías 29:13).

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